El QUINTO MAROCHO

Todos los años era esperada con gran Expectación el sorteo de los quintos para hacer su servicio militar, y yo diría con cierto temor por aquello de tener que ir a cumplirlo al África o sabe Dios a que lugar ó extremo de la geografía, o quizás algunas de nuestras Islas.

Corrías el riesgo de que ser útil o inútil, ser inútil era motivo de disgusto a parte de que ya la palabra no es agradable que digamos, te privaba de salir del pueblo, y que te hicieran un hombre de provecho, según los pensamientos de la época.
En cambio hoy nadie quiere ir al ejercito, la prueba la cantidad de objetores de conciencia, que salieron en época pasada, hasta que se formo el ejercito profesional.
Ser útil te hacia sentir mas hombre, mas machote, esto te incitaba a beber parece ser que de esta forma eras mas macho, en aquellos tiempo resistir la bebida era como si te elevara tu estatus social, todo lo contrario de hoy, te daba derecho a cantar los quintos y empalmar borrachera con borrachera durante días.
Todo se tornaba en desesperación después del sorteo y pongo por ejemplo el caso de mi hermano, cuando le dijeron que tenia que cumplir el servicio militar en Barbastro ¡ Dios mío de mi vida, Barbastro!.¿ Donde esta eso?. En casa todo el mundo “acojonao” y hay me ves buscando en nuestra celebre enciclopedia ALVAREZ, que era nuestro único libro de estudio en aquella época, y de repente un milagro... allí estaba Barbastro en la provincia de Huesca.
Mi casa era un velatorio, en aquellos tiempos salir del pueblo, significaba que ibas a llevar contrabando a Fregenal o la Higuera, o porque estabas muy enfermo y te llevaban a Sevilla o Huelva.
Una vez averiguado el destino, le encargabas al carpintero la maleta, daba igual al que fuera pues teníamos donde elegir, le ponías tu nombre con las tachuelas de los botos gordos del campo, una vez llena se le ponía una correa en el medio y se apretaba bien.
Después tu madre te cosía un bolsillo por dentro de la camiseta, para que metieras el poco dinero de que disponía, merced a la donaciones que te habían hecho los amigos y vecinos, otro contribuían con huevos, chorizos, quesos con arreglo a sus posibilidades.
Después aguantar todos los consejos de tus padres y amigos, que si ten cuidado ,que si esto que si lo otro... finalmente llegaba el momento de la despedida, donde todo el mundo lloraba, mas bien parecía que te ibas a la guerra.
Pero lo mejor de todo, era cuando se licenciaba todos habían pasado una mili de película, nadie había hecho guardia y los arrestos siempre eran para los demás.
Este es mi homenaje a todos los quintos marochos y de paso una canción que solían cantar en aquella época.
Madre los quintos se van y se llevan a mi hermano, ya no tengo quien me traiga los pañuelos de la mano, o aquella, ya se te acabo comer patatas y huevos fritos que ahora comerás lentejas de las que tienen bichitos.
Fontenla